Reacciones desproporcionadas (1)

UNO, nuestro personaje de siempre, se enfadó con Juan porque éste llegó tarde al restaurante donde se habían citado. A pesar que la tardanza fue de 10´, a UNO le pareció increíble que Juan hubiera tardado tanto, que no se hubiera disculpado al llegar y que, ante su observación, le restara importancia al asunto tratando de cambiar de tema. La escalada antes de llegar al encontronazo empezó con un reclamo más firme de UNO y llegó hasta los gritos recordatorios de lo que es una buena educación. Ya al final se habían agregado incluso algunas ofensas. El silencio del lugar, sostenido con las caras atónitas de los presentes y la desencajada de Juan, se interrumpió con el portazo de éste al salir del lugar. UNO se quedó rumiando sobre lo que había ocurrido. Se daba la razón de tan incómoda situación argumentándose y respondiéndose sin parar. La mente agobiada con el tráfico de tanta información, recalcaba todo tipo de justificaciones sin dejar resquicio alguno para aquellos tímidos pensamientos y las sosegadas emociones que deseaban salir a flote y que de alguna manera le amenazaban con poner en evidencia la desproporcionalidad de su reacción y con ello, tal vez, aunque muy poco probable, el origen histórico de su hipersensibilidad.