Vidas en un plis plas (2)

UNO, ya desahuciado, se encontraba solo en la habitación del hospital. La ausencia de familiares y amigos no representó nunca un problema para él. Acostumbrado desde niño a vivir en la periferia de la vida familiar, de los recreos del cole, de los cumples, de la Navidad y del día de Reyes; se dispuso, muy a pesar del ritmo cacofónico de la máquina que lo asistía en la respiración, a reflexionar sobre su vida que estaba a punto de irse, más como un reflejo a lo inevitable que como consecuencia de una decisión consciente.

Pensó que Juan bien se merecía un puñetazo cuando éste se burló de él delante de todo el cole mientras lloraba indefenso. Tuvo ganas de darle a Juana el beso que nunca se atrevió a soltarle en el liceo. De pararse todas las veces que quiso y no pudo para dar las respuestas que exigían las preguntas de los profesores. De salir a bailar en todas las fiestas en las que se mantuvo arrinconado e incluso en aquellas que había evitado asistir. Tuvo deseos de conocer África, de abrigarse en el polo sur y ver la aurora boreal. De nadar con los delfines en el Caribe. Le dieron ganas de tener una familia…